Desde los albores de la revolución industrial, las empresas se han organizado tradicionalmente de forma jerárquica y departamentalizada. Cada departamento asumía funciones específicas y los empleados ejecutaban las tareas asignadas según su cargo. Este sistema tradicional generaba compartimentación, con cada área trabajando de forma aislada. Cuando dos o más áreas se involucraban en la entrega de productos o servicios, surgían ineficiencias debido a la falta de una clara comprensión de la alineación con los objetivos estratégicos de la organización.
La gestión por procesos llegó para solucionar esta problemática. Las empresas que la adoptan son más planas y ágiles. Las personas asumen uno o más roles y, mediante definiciones formales, comprenden con claridad su participación en cada proceso, ya sea como responsables o en otro tipo de rol. Además, se establecen instrucciones y procedimientos precisos que detallan cómo realizar las tareas. En los diferentes procesos de la empresa participan personas de distintas áreas y cargos, donde la jerarquía pasa a un segundo plano, dando paso a organizaciones más horizontales.
Las organizaciones modernas adoptan la gestión por procesos porque se enfocan en la entrega de valor y logran crecer a través de la mejora continua. Este crecimiento no se refiere necesariamente a más ventas o clientes, sino a mejores servicios, mayor calidad y clientes más satisfechos que se fidelizan y garantizan la permanencia de la organización.
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¿En su empresa gestionan por procesos o por funciones?
¿Cómo trabajan la mejora contínua?
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